miércoles, 5 de marzo de 2014

Las Ordenes Militares. El Maestrazgo.

Castillo y convento de Montesa

          Las ordenes militares eran instituciones cristianas que se crearon en Europa a finales del s. XI con el objeto de defender a los peregrinos que se dirigian a Tierra Santa. Sus componentes eran a la vez monjes y soldados que mantenian los votos de pobreza, obediencia y castidad, junto a la obligación de luchar en "guerra santa" contra los infieles.
          En el s. XII, las ordenes más importantes de ámbito internacional eran las del Hospital de San Juan de Jerusalem y la del Templo de Salomón. En aquella época, en la península ibérica se libraba una guerra por expulsar a los musulmanes, por lo que surgieron instituciones similares como la orden de Calatrava, la de Alcántara y la de Santiago.
Muralla de Culla
          En la corona de Aragón, durante el s. XIII los Templarios y los Hospitalarios sobre todo, y la Orden de Calatrava en el Bajo Aragón, habían jugado un papel destacado en la organización feudal de la frontera con el Sharq Al-Andalus, y participado en la conquista de los nuevos reinos de Mallorca y Valencia. En recompensa recibieron de la Corona varios territorios y señoríos, privilegios y franquicias, convirtiéndose con el tiempo en verdaderos aparatos de poder que se dedicaron a explotar sus señoríos.
       A principios del s. XIII, la Orden del Temple estaba ampliamente representada en la frontera con la Valencia almohade, mientras la del Hospital se limitaba al señorío de la comarca de Tortosa y los castillos de Ulldecona, en el linde musulmán, y a Aliaga, en la retaguardia aragonesa. En 1190, hubo un asentamiento cristiano de esta orden que daría lugar a la primera fundación de la población de Sant Mateu. A finales de este siglo, con su expulsión de Tierra Santa en 1291, las órdenes militares perdieron su razón de ser y, en toda Europa, se recelaba de ellas por su poder económico, político y militar. En este contexto, el Papa Clemente V ordenó la disolución de la Orden del Temple y la incorporación de todos sus bienes a la Orden del Hospital.
         En la Corona de Aragón, ambas ordenes eran grandes señores territoriales, dedicados también a las actividades financieras, por lo que la fusión de su patrimonio hubiera supuesto un inmenso poder para la Orden del Hospital. Por ello, el rey Jaume II traspasó los bienes Templarios a los Hospitalarios sólo en Aragón y Cataluña, mientras que en el reino de Valencia, optó por la creación de la nueva Orden de Montesa a costa del patrimonio de las dos órdenes, a pesar de la oposición inicial del papado.
Castillo de Montesa
        La Orden de Santa María de Montesa se creó en 1317, mediante bula del Papa Juan XXII, con el hábito de Calatrava y bajo la orden del Císter, con el objetivo simbólico de defender las fronteras del Reino de Valencia frente a los enemigos musulmanes. Aunque la intención del rey Jaume II fue tenerla al servicio de la corona y así contrarrestar a otros grupos de poder, como eran la nobleza laica, la iglesia y los municipios.
        La nueva Orden de Montesa heredó del Temple y del Hospital, rentas, territorios y castillos que anteriormente fueron posesiones islámicas, principalmente en el norte del reino de Valencia. Sus propiedades estaban organizadas administrativamente en encomiendas con el nombre del castillos o villa que la encabezaba, siguiendo anteriores divisiones musulmanas. Estas se componían de varios pueblos, alquerías y castillos, en los que la población era mayoritariamente cristiana, pues en el inventario de la Orden de 1320, sólo el 5% era musulmana.
          Los territorios que conformaban las bailías y encomiendas de la orden eran:
Bailía de Cervera: Cervera, Sant Mateu, Traiguera, La Jara, Carrascal. Canet, Cálig, Xert, Rosell y la Barcella.
Bailía de Peñiscola: Peñíscola, Benicarló y Vínarós.
Bailía de Xivert: Alcalá de Xivert, Xivert, Castellnou, Polpis y Alcossebre.
Bailía de Ares: Ares.
Tinença de Culla: Culla, Atzeneta, Benafigos, Benassal, Vistabella, Vilanova d'Alcolea, Torre d'En Doménec, La Serratella.
Castillo de Vilafamés: Vilafamés y Vall d'Alba.
Castillo de Onda: Onda,Tales y Artesa.
Bailía de Moncada: Moncada, Vinalesa, Carpesa, Borbotó y Massarrotjos.
Bailía de Sueca: Sueca, Silla y Montroi.
Convento de Montesa: Montesa y Vallada.
Castillo de Perputxent: Perputxent.
          Además disponía de rentas en la ciudad de Valencia y en Lliria, Denia, Ademuz y Castielfabib, Burriana (alquerías de Vínaragell. Benihain, Seca y la Pobla) y Morella.
           Algunos de los lugares que heredó la Orden de Montesa fueron abandonados al poco tiempo, seguramente por la pérdida de su valor estratégico, como ocurrió con las fortalezas del Boi (Vistabella del Maestrat) y el Corbó (Benassal) de la Tinença de Culla, situadas en las zonas montañosas que seguían la vía de comunicación del río Montlleó, entre las tierras turolenses y el norte valenciano.
Castell del Boi y Culla al fondo.
         En la cúspide de su organización interna estaba el Maestre – de donde tomó el nombre el territorio, Maestrat o Maestrazgo -, un cargo vitalicio que representaba la máxima autoridad jurisdiccional, ejecutiva, económica y representativa. Éste se apoyaba en comendadores que gestionaban las encomiendas en las que se dividía el señorío. Además estaban los freiles sin encomienda y los clérigos que se repartían por los prioratos y el convento de Montesa. 
         El organismo más importante era el capítulo, en el que se reunían todos los freiles para nombrar nuevo Maestre, por el fallecimiento del anterior. Con el tiempo se fueron modificando sus competencias, interviniendo también en la aprobación de las variaciones patrimoniales de la orden como ventas, establecimientos enfitéuticos de casas, tierras, monopolios y otros derechos o rentas, aunque después era el propio Maestre quien realizaba estas operaciones.
Iglesia Arciprestal de Sant Mateu
          Los maestres elegían a los nuevos freiles que se incorporaban a la orden, los cuales solian ser de familias nobles, y los asignaba a las diversas encomiendas, otorgándoles cargos y rentas. En general, los maestres actuaron bastante al margen de los comendadores y del capítulo. El maestre gestionaba casi todo el patrimonio de la orden, mientras los comendadores aspiraban a disponer de las rentas de cada una de sus encomiendas como si fuesen su pequeño señorío “particular”. Para solucionarlo se asignó a cada comendador una cantidad fija a cobrar proporcional a los ingresos de su encomienda. El Maestre de Montesa se reservó el señorío más grande, poblado y rico de toda la comarca del Maestrazgo, la bailía de Cervera con la capital de Sant Mateu, la quinta ciudad del reino de Valencia en población en aquellos años. Este reparto económico entre Mesa Maestral y comendadores fue cambiando a finales del siglo XIV, cuando poco a poco estos últimos fueron consiguiendo controlar una porción mayor de los ingresos de sus respectivas encomiendas, dándole finalmente la vuelta a la situación.
Portada románica de la Iglesia Arciprestal de Sant Mateu
       La Orden de Montesa era independiente de la jerarquía eclesiástica diocesana y correspondía al Maestre el nombramiento de los cargos religiosos de la orden. Además casi la mitad de las parroquias de sus señoríos estaban bajo su jurisdicción tanto espiritual como civil y penal.
          Entre 1319 y 1506 hubieron una docena de Maestres en la Orden. Aunque la mayoría fue elegido por los capítulos correspondientes, en algunas ocasiones hubo fuertes presiones del monarca de turno para inclinar la balanza a favor de su candidato favorito. El momento de mayor conflicto con respecto a la figura del Maestre y a la libre elección del sucesor se dio en los primeros años del s.XV cuando el Papa Luna, Benedicto XIII, intervinó de forma directa para conseguir el control de la orden.
          Pronto se creó el cargo de Comendador Mayor, como sustituto del Maestre en casos de urgencia o durante el periodo entre su defunción y el nombramiento del sucesor. El cargo se asignaba al comendador de la encomienda con rentas más altas, así durante el s. XIV le correspondió a Culla y en el s. XV pasó a Les Coves o Peñiscola.
     El siguiente cargo destacado fue el clavero del convento de Montesa, que era el administrador económico del convento, al que se le habian asigando las rentas de las encomiendas de Sueca, Silla y Montroi.
          En cuanto a la vida de los freiles de la orden, existía un gran diferencia entre los cargos - comendadores, priores - y los clérigos, ya que los primeros poseian un mayor nivel adquisitivo y plena libertad de movimientos. En cualquier caso, ninguno de ellos podía disponer de su bienes particulares, siendo el Maestre el que disponia de ellos a su fallecimiento. El celibato de los componentes de la orden se mantuvo hasta la bula papal de 1540, y a partir de este momento comenzó a cambiar su composición social al acceder a ella la nobleza laica valenciana en busca de mayor prestigio.
          A diferencia del resto de órdenes militares hispánicas, el maestrazgo de la Orden de Montesa no fue incorporarado por los Reyes Católicos a la corona y se mantuvo autónoma hasta 1587.


Bibliografía.

Guinot Rodríguez, Enric. LA ORDEN DE MONTESA EN ÉPOCA MEDIEVAL.
Edit: Revista de las Órdenes Militares; Madrid, Real Consejo de las Órdenes Militares, 2005